domingo, 28 de marzo de 2010

El omnisciente político del terremoto

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por Alfredo Lavergne

y se robó desde los cuadros
hasta los calcetines.
Isabel Allende
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Pasan los días y un mes después de ese miedo termina de ordenar los libros en la renovada biblioteca hasta que por fin sacude su último siempre admirado de Joyce y metódicamente lo pone en la sección de autores extranjeros más a mano que otras publicaciones y decide retomar su ritmo de lectura con el Tomo II de las Crónicas de Joaquín Edwards Bello que supone algo dejarán porque cree saber que cada libro entrega una o dos líneas de experiencia cultural y más de eso evita para no caer en influencias o intertextualidades le comentó alguien entre capítulos y que a una poeta le titilan las pupilas cuando recita sus versos en que regala su casa de la playa a un sindicato abandonado y mudo como hoja antes del cuento y silencioso como los segundos que siguieron las 3.37 horas del 27 de febrero del 2010 que lo atrapara a su gusto más de lo cotidiano desnudo e indefenso durante los tres minutos que duró el zamarrón de cordillera a costa y las ondinas terrestres que levantaban y achicaban las valentías cívicas que lo dejaron en mano de la naturaleza que golpea porque Él castiga y nos expone dice a los rotos que saquearon como ese día diferente que había conjunción de Neptuno con la Luna y máximo de declinación norte del satélite natural en el Valparaíso de 1906 cuando los marinos que estaban para restaurar el orden debieron fusilar unos cuantos salteadores in situ escribía el primer El Mercurio de Chile porque vaciaban el muelle de sacos de harina que esperaban para ser bien distribuidos y esa gente que ahora nos avergonzaba en directo por la CNN dejando claro que para ellos el drama de los damnificados con las cifras de muertos y heridos muchas veces corregidas no valían una lavadora o la Teletón que recaudó más que nunca y ocurrió lo mismo en el de adobes-ladrillos-vigas de 1939 por esos villanos telúricos que no aparecen en la Historia pero que hicieron historia también en el gran terremoto de Valdivia en los del norte y un poco menos en el maremoto de la soledad de Puerto Saavedra como el del sacudón de 1971 en que ese presidente nombró jefe de plaza a mi general que para el terremotazo del año 1985 frenó a los indeseables antes que pudieran satisfacer la vesania que genera el caos porque mi general desde siempre tenía uniformados en las calles durante su gobierno que comenzó con el saqueo a lo lindo de la casa presidencial de Tomás Moro por esos familiares que se perdieron el champañazo.
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