miércoles, 7 de noviembre de 2012

FILSA 2012: “Dios no se cree Jaime” del escritor Nelson Gómez León

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Para escribir microcuentos se requieren ciertas habilidades esenciales: capacidad de síntesis, articulación de una historia que esta cruzada por una paradoja, ambigüedad semántica en los desenlaces, creatividad, y sin duda, mucha precisión y concentración en el proceso escritural.

Es así como se obtiene un resultado literario de excelencia, aspectos como la sorpresa, el quiebre oportuno de una lógica tradicional del relato, van diferenciando, lo justo en la construcción del texto de toda retórica especulativa. Todo se explicita en unas cuantas palabras, y la estructura debe expresar un concepto, una idea, o una disquisición, que al final haga reaccionar al lector por su contradicción, o la naturaleza imaginativa del producto literario.

En nuestro país empiezan a proliferar autores que se incorporan al ejercicio de escribir un microcuento, algunos con resultados exitosos, otros con resultados asombrosos, y finalmente los que se caracterizan por su inconsistencia, confundiendo un microcuento con un aforismo o una greguería. 

Nelson Gómez está entre los autores que oscilan entre los que crean mundos exitosos y otros asombrosos, desde la misma cotidianeidad rescata experiencias mínimas, instantáneas, de una brevedad mayúscula. En pocas palabras crea ambientes, incorpora personajes, reflexiona con sentido crítico, dejando en evidencia ciertas incoherencias en las relaciones humanas, sincretiza la ficción con la realidad, en un juego que parece un divertimento, pero que a todas luces refleja una sólida profundidad. Propone contenidos en una época donde la forma se confunde con la chabacanería,

He aquí un ejemplo de lo que sostengo: 

DESUBICADO 

Golpearon la puerta del infierno y don Sata fue a ver quién era y se oyó una estruendosa carcajada, ya de vuelta en el living su esposa le preguntó por su risotada. Él entre risas le contestó: “Un testigo de Jehová”. 

En este microcuento, Nelson Gómez, incorpora lo religioso a través del diablo, quien representa simbólicamente el “mal”, y a un fanático de una secta que va a predicar a la casa del personaje más indolente frente a lo “sagrado”. He aquí la paradoja donde se conjugan, lo absurdo con el humor, una contradicción de polos que no tienen vínculo alguno de coincidencia para encontrar un punto de aproximación. Un idea talentosa, ridícula, pero esencial, que desmitifica un razonamiento lógico, a través de un juego de irracionalidad temática. 

De esta manera y con este tipo de narrativa, Nelson Gómez, nos invita a inferir, a interpretar, a reflexionar, de manera abierta, dinámica, con una prosa diminuta de rigurosa exactitud. Sin ambages entramos a conocer ciertas verdades o falsedades de la vida fragmentaria actual. Para disfrutar y aprender de estas experiencias, narradas con la habilidad de un orfebre del lenguaje.

 

 

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