jueves, 28 de marzo de 2013

Las aguas bisiestas. Sergio Infante. Editorial Catalonia / Poesía, 2012

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Por Omar Pérez Santiago


Sergio Infante nació un día de mayo y es, en consecuencia, un característico tauro. Efectivamente, los tauros son maratonistas, de carreras largas y de largo aliento, y persistentes en el tiempo.

En sus 45 poemas de su libro “Las aguas bisiestas”, Sergio Infante demuestra que está muy en forma, que tiene fuelle y lozanía poética, selecto humor, y un vocabulario refinado y preciso.

Pues sí, Sergio Infante huye del esteticismo de una retórica oficialista, está más joven, ha rejuvenecido y, añadiendo distancia emocional, se atreve a cavar en el filón poético de lo quijotesco.

A diferencia de poetas que con el tiempo se estacan y se ponen empalagosos o repetitivos, -poetas que envejecen muy mal– Sergio Infante demuestra espíritu juvenil en su libro “Las aguas bisiestas”, desde el poema narrativo, abierto a la prosa poética, al poema genuino en la percepción y el instante.

El conjunto despliega una notable versatilidad formal y estilística. El lenguaje de los versos convocado de manera sumamente directa, pero con doble filo, alimentados de literatura clásica latina, griega, bíblica; Sergio Infante se atreve a caminar al borde del acantilado de la parodia, o de una épica del desastre, por encima del lenguaje tradicional de la poesía.

Lo ha dicho Eliot, lo ha dicho Pound, también lo ha repetido Infante: la literatura es un palimpsesto, de mucha cultura y manejo de la lengua. El efecto general es una síntesis de autoconciencia estética, poesía entramada de incidencias históricas, intertexto y lirismo. La poesía no denuncia los desechos, es ella misma un trasto, donde conviven lo seductor y lo corrupto.

Bautizos y diluvios, abundancia de aguas describen el principio y el fin de los tiempos (en la Biblia está casi 600 veces la voz agua) o en otras culturas antiguas, reflejan alegóricamente el modo como el pueblo se relaciona con el agua, y el verso con insignias acuáticas, es fuente de vida o de purificación, o elemento destructor y temible. O el agua como paso inexorable del tiempo (Jorge Manrique).

En este momento, Sergio Infante agrega una línea probable: La muerte del agua.
Ya agoniza el Yangtzé.
El Mekong, el Salweem, el Ganges,
el Indo, el Danubio, el de la Plata,
el Bravo, llamado también Grande,
el Nilo-Lago Victoria
y el Murria Darling
agonizan.
Se mueren de verdad,
y no habrá mar para el morir de esos ríos.
(…)
habrá que explicar, a esos niños,
lo que era la desembocadura de un río
como quien explica la noción
de la nada, del vacío o del vértigo.
Ya no existirá ni aún el río Aqueronte, ni podrá Caronte, el barquero, trasladar las almas muertas al inframundo.

Sergio Infante es doctor en Filosofía y letras, y fue durante años Profesor Titular, en el departamento de Español Portugués y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo, especializado en literaturas hispánicas. Los profesores universitarios acostumbran a ser algo avejentados, aurea mediocritas, propugnadores del justo medio, (sobre todo, creo, los profesores de literatura). Sergio Infante no pertenece a aquellos. Al contrario, Infante ha ganado con los años, en fluidez y en juventud, liberando energías profundas y latentes.

Sergio Infante ha devenido en un juvenil autor maduro.
 
 
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